Sin duda alguna, una de las grandes ventajas de ser el corresponsal en Japón de una revista como MeriStation es el poder conocer a mucha gente interesante de la industria nipona del videojuego. Creadores, productores, directores… Gente que si viviera en mi querida Europa no vería tan seguido como aquí lo hago. A algunos de ellos ya los he entrevistado varias veces y son casi como de la familia. Cuando nos vemos en eventos o en su lugar de trabajo intercambiamos regalos y conversamos del bien y del mal. Que no todo son videojuegos.
A lo largo de estos casi cuatro años de corresponsal en Japón he ido recopilando lo que yo llamo "mi tesoro". Toda una serie de artículos que más que el valor económico, lo que más me importa es el valor sentimental de los mismos. Próximamente iré desgranando el contenido de este tesoro, con nombres como Kojima o Mizuguchi, entre otros no tan conocidos por el público occidental.
Y comienzo con mi gran amigo Kazunori Yamauchi. "El maestro" como yo lo llamo (sí, en español). El creador de Gran Turismo me firmó durante una entrevista un ejemplar de Gran Turismo 4 que guardo con gran cariño. Lo he elegido por la admiración que siento hacia él. Sé que la saga levanta grandes pasiones en los foros de todo el mundo y que muchos le recriminan un cierto endiosamiento. Pero cuando se le conoce y se le mira a los ojos, se ve al genio. Al Leonardo, al Miguel Ángel. A una persona que vive enclaustrada y a veces frustrada por los límites que le impone la tecnología actual. Unos límites que le impiden cumplir sus sueños. Pero él intenta sacar lo mejor de ella para dar al mundo esa maravilla que es Gran Turismo.
Esta entrada va por usted, maestro.